En el seminario de formación corporativa que organiza la Facultad de Ingeniería, la doctora Leslie Young explicó algunas “Formas prácticas de manejar el estrés”, a través de la búsqueda de un plan de mejora personal.
Por Daniela Cerna. 21 junio, 2018.El estrés es una respuesta fisiológica que produce la persona para hacernos reaccionar ante situaciones complejas.
De acuerdo a la doctora Leslie Young, médico psiquiatra de la Facultad de Medicina de la UDEP, existen dos tipos de estrés: el bueno, que nos permite reaccionar de forma adecuada, adaptarnos y aprender de las dificultades del entorno para enfrentar los desafíos; y, el malo, que se propaga en el tiempo y ocasiona síntomas como la ansiedad y la depresión.
El estrés malo puede ser ocasionado tanto por causas exógenas como endógenas. Las primeras, se deben a factores externos tales como el ruido, la contaminación, una alimentación deficiente, dificultades laborales, un entorno familiar difícil, pocas amistades, falta de espacios de ocio, entre otras.
Las segundas, en cambio, se deben a factores del mismo individuo, como un escaso conocimiento de sí mismo, falta de autodominio, sentimientos negativos, miedo, pesimismo o una poca aceptación de la realidad.
Según Young, afrontar el estrés es un proceso que empieza con la aceptación y el conocimiento del mismo. Señala que parte del proceso de afrontamiento consiste en: conocer qué es el estrés y no asustarse, identificar la fuente, no sobrecargarse de actividades, aprender a relajarse, dedicar tiempo a la salud física (deporte) y empezar a resolver los problemas vitales menos complicados.
Además, la psiquiatra manifiesta que una vez que el proceso de reconocimiento, aceptación y afrontamiento del estrés ha comenzado, serán necesarias otras medidas acompañantes como parte de un plan de desarrollo personal, familiar, amical, profesional, espiritual y social: mejorar el autoconocimiento y autodominio personal, tener pensamientos positivos, no culparse continuamente, comprender, perdonar y perdonarse, asumir las consecuencias de los propios actos, aceptar la realidad propia y la de los demás sin exagerar, juzgar ni compararse; hacerse una autocrítica constructiva sin autocomplacencia o victimismos, ocuparse de los demás con alegría y serenidad evitando un excesivo enfoque sobre sí mismo, y disfrutar relajadamente de los pequeños momentos que nos ofrece el día a día.